[C/A de NASA] Hace apenas 30 años, los únicos planetas que los astrónomos habían descubierto se encontraban justo aquí, en nuestro propio sistema solar. La Vía Láctea está plagada de estrellas, millones de ellas similares a nuestro Sol. Sin embargo, el conteo de mundos conocidos en “otros” sistemas de estrellas era exactamente de cero. Pero unas pocas décadas pueden hacer una gran diferencia.
En el transcurso del año 2014, los astrónomos no solamente han descubierto más de mil “exoplanetas” girando alrededor de soles distantes, sino que también están comenzando a medirlos con precisión. El antiguo vacío de la ignorancia sobre los exoplanetas ahora está siendo ocupado con datos cuya precisión ronda el “segundo lugar decimal”.
Recientemente, un equipo dirigido por Sarah Ballard, quien es miembro de la asociación Carl Sagan de la NASA en la Universidad de Washington, en Seattle, midió el diámetro de una “súper Tierra” con una precisión cuyo margen de error se ubica dentro de los 238 kilómetros (148 millas) en total, o aproximadamente un 1 por ciento; lo cual resulta ser una precisión destacable para un exoplaneta ubicado a alrededor de 300 años luz de distancia de la Tierra.
“Esto sí parece asombroso”, afirma Ballard. “El paisaje de las investigaciones sobre exoplanetas ha cambiado hasta alcanzar un grado casi irreconocible desde que inicié mi posgrado, en 2007”. Con el propósito de medir el planeta, llamado “Kepler 93 b”, Ballard utilizó datos proporcionados por los telescopios espaciales Kepler y Spitzer, de la NASA.
Primero, Kepler descubrió el planeta. Tal como se ve desde la Tierra, Kepler 93 b pasa directamente en frente de su estrella madre provocando así que la luz de la estrella disminuya durante el tránsito. Ese oscurecimiento, que tiene lugar una vez por órbita, es lo que permitió que los científicos de la misión Kepler descubrieran el planeta en primer lugar.
Luego, tanto Spitzer como Kepler registraron múltiples tránsitos a longitudes de onda visibles y en el infrarrojo. Los datos aportados por los observatorios concordaron: Kepler 93 b era realmente un planeta y no un artefacto de variabilidad estelar. Posteriormente, Ballard supo que observando cuidadosamente la curva de la luz podía calcular el tamaño del planeta en relación con la estrella.
En ese punto, la única pieza que faltaba era el diámetro de la estrella misma.
“La precisión con la que medimos el tamaño del planeta está directamente vinculada con nuestra medición de la estrella”, dice Ballard. “Y medimos la estrella usando una técnica llamada asterosismología”.
La mayoría de las personas han escuchado la palabra “sismología”: el estudio de las ondas sísmicas que se desplazan a través de la Tierra. “Podemos aprender mucho sobre la estructura de nuestro planeta estudiando las ondas sísmicas”, señala ella.
La asterosismología es lo mismo, excepto que se aplica a las estrellas: Las capas externas de las estrellas hierven como el agua que se coloca sobre una hornalla caliente. Esos movimientos convectivos crean ondas sísmicas que rebotan dentro del núcleo, causando así que la estrella suene como una enorme campana. Kepler puede detectar esas “campanadas”, que se muestran bajo la forma de fluctuaciones en el brillo de una estrella.
El profesor Bill Chaplin, de la Universidad de Birmingham, y colega de Ballard, dirigió el análisis asterosísmico para Kepler-93 b. “Al analizar las funciones sísmicas de la estrella, él pudo deducir su radio y su masa con una precisión cuyo margen de error es de un uno por ciento”, señala Ballard.
Las nuevas mediciones confirman que Kepler-93 b es un exoplaneta del tamaño de una “súper Tierra”, con un diámetro que mide aproximadamente una vez y media el tamaño de nuestro planeta. Las mediciones previas llevadas a cabo en el Observatorio Keck, en Hawái, habían determinado que la masa de Kepler-93 b era de alrededor de 3,8 veces la de la Tierra. Por otro lado, la densidad de Kepler-93 b, que se dedujo a partir de su masa y de su radio, recién descubiertos, sugiere que el planeta muy probablemente esté compuesto de hierro y roca, como la Tierra misma.
A pesar de que las súper Tierras son algo común en la galaxia, ninguna de ellas existe en nuestro sistema solar. Eso hace que sea complejo estudiarlas. El equipo de Ballard ha demostrado, sin embargo, que es posible aprender mucho sobre un exoplaneta, incluso cuando éste se encuentra muy, muy lejos.
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