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La Marca de la Bestia

Por Rudyard Kipling

[Rudyard Kipling] Al oriente de Suez -dicen algunos- el control de la Providencia termina; el Hombre queda a merced del poder de los Dioses y Demonios de Asia y la Iglesia de Inglaterra sólo ejerce una supervisión ocasional y moderada, para el caso de tratarse de un súbdito británico. Esta teoría, que justifica algunos de los horrores más innecesarios de la vida en la India; puede aplicarse a mi relato.

Mi amigo Strickland, de la Policía, que sabe más sobre los nativos de la India de lo que es prudente, puede testificar sobre la veracidad de los hechos. Dumoise, nuestro médico, también vio lo que Strickland y yo vimos. Sin embargo, sus conclusiones son incorrectas. Él está muerto ahora; falleció en circunstancias extrañas, que han sido descriptas en otra parte.

Cuando Fleete llegó a la India poseía algo de dinero y algunas tierras en el Himalaya, cerca de un lugar llamado Dharmsala. Sus propiedades le fueron legadas por un tío y, de hecho, vino aquí para explotarlas. Era un hombre alto, pesado, afable e inofensivo. Su conocimiento de los indígenas era, naturalmente, limitado y se quejaba de las dificultades del lenguaje. Bajó a caballo desde sus posesiones en las montañas para pasar el Año Nuevo en la estación y se alojó con Strickland. En Nochevieja se celebró una gran cena en el club y la velada, como es natural,- transcurrió convenientemente regada con alcohol. Cuando se reúnen hombres procedentes de los rincones más apartados del Imperio, existen razones para que se comporten de una forma un tanto bulliciosa. Había bajado de la Frontera un contingente de Catch-'em Alive-O's, hombres que no habían visto ni veinte rostros blancos durante un año y que estaban acostumbrados a cabalgar veinte millas hasta el Fuerte más cercano, a riesgo de regalar al estómago con una bala Khyberee en lugar de sus bebidas habituales.

Desde luego, se aprovecharon bien de esta recuperada sensación de seguridad, porque trataron de jugar al billar con un erizo enrollado que encontraron en el jardín y uno de ellos recorrió la habitación con el marcador entre los dientes. Media docena de plantadores habían llegado del Sur y se dedicaban a engatusar al Mayor Mentiroso de Asia, que intentaba superar todos sus embustes al mismo tiempo. Todo el mundo estaba allí y allí se dio un estrechamiento de filas general e hicimos un recuento de nuestras bajas, ya sean muertos o mutilados, que se habían producido durante el año. Fue una noche muy mojada y recuerdo que cantamos Auld Lang Syne con los pies en la Copa del Campeonato de Polo, las cabezas entre las estrellas y que juramos que todos seríamos buenos amigos. Después, algunos partieron y anexionaron Birmania; otros trataron de abrir una brecha en el Sudán y sufrieron un descalabro frente a los Fuzzies en aquella cruel refriega en los alrededores de Suakim; algunos obtuvieron medallas y estrellas, otros se casaron -lo que no deja de ser una tontería- y otros hicieron cosas peores; mientras el resto de nosotros permanecimos atados a nuestras cadenas y luchamos por conseguir riquezas a fuerza de experiencias insatisfactorias.

Fleete comenzó la velada con jerez y bitters, bebió champagne a buen ritmo hasta los postres, que fueron acompañados de un capri seco sin mezclar, tan fuerte y áspero como el whisky; tomó Benedictine con el café, cuatro o cinco whiskys con soda para aumentar su tanteo en el billar, cervezas y dados hasta las dos y media y acabó con brandy añejo. En consecuencia, cuando salió del club a las tres y media de la madrugada bajo una helada, se enfureció con su caballo porque sufría ataques de tos e intentó subirse a la montura de un salto. El caballo se escapó y se dirigió a los establos, de modo que Strickland y yo formamos una guardia deshonrosa para conducirle a casa. El camino atravesaba el bazar, cerca de un pequeño templo consagrado a Hanuman -el Dios-Mono-, que es una divinidad principal digna de respeto. Todos los dioses tienen buenas cualidades, del mismo modo que las tienen todos los sacerdotes. Personalmente le concedo bastante importancia a Hanuman y soy amable con sus adeptos... los grandes monos grises de las montañas. Uno nunca sabe cuando puede necesitar a un amigo. Había luz en el templo y al pasar junto a él, escuchamos las voces de unos hombres que entonaban sus himnos. En un templo indígena los sacerdotes se levantan a cualquier hora de la noche para honrar a su dios. Antes de que pudiéramos detenerlo, Fleete subió corriendo las escaleras, propinó unas patadas en el trasero a dos sacerdotes y apagó solemnemente su cigarro en la frente de la imagen de piedra roja de Hanuman. Strickland intentó sacarlo a rastras, pero Fleete se sentó y dijo solemnemente:

-¿Veis eso? La marca de la B... bessstia. Yo la he hecho. ¿No es hermosa?

En menos de un minuto el templo se llenó de vida y Strickland, que sabía lo que sucede cuando se profana a los dioses, declaró que podría ocurrir cualquier desgracia. En virtud de su situación oficial, de su prolongada residencia en el país y de su debilidad por mezclarse con los indígenas, era muy conocido por los sacerdotes y no se sentía feliz. Fleete se había sentado en el suelo y se negaba a moverse. Dijo que el “viejo Hanuman” sería una almohada confortable… (Para seguir leyendo Click aquí)

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La Marca de la Bestia
Por Rudyard Kipling
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Rudyard Kipling: Un escritor un poco incómodo

[SEPA] Joseph Rudyard Kipling (1865-1936) fue un inglés nacido en Bombay, escritor de relatos, cuentos infantiles, novela y poesía; de gran popularidad en su época. Hombre contradictorio y brillante; rechazó ser laureado con el Premio Nacional de su País Poeta Laureado, la Orden del Mérito del Reino Unido y el título de Sir de Caballero de la Orden del Imperio Británico. Pero en 1907 aceptó el galardón del Premio Nobel de Literatura convirtiéndose en el primer británico y el más joven hasta ese momento, en recibir la entonces prestigiosa distinción. Hijo de padres artistas, John Lockwood Kipling (1837-1911), además de ser un oficial británico fue un destacado artista plástico e ilustrador (hará las primeras ilustraciones del libro de su hijo El Libro de la Selva) y su madre Alice Kipling una reconocida escritora; tuvo antecedentes suficientes para encarar una vida dedicada a las letras.

A los seis años fue separado de sus padres para recibir educación en Londres, experiencia que consideró negativa.

¿Qué dice Wikipedia?


El Libro de la Selva


La Carga del Hombre Blanco


Cecil Rhodes

En esa época tuvo contacto con algunos parientes a los que podían visitar, pasando así los meses de Navidad con su tía materna Georgiana y su marido, el artista Edward Burne Jones, en una casa que Kipling llamaba “un paraíso que en verdad creo me salvó”. En 1878, ingresa en el United Service College, una escuela, creada con la finalidad de educar a los hijos de aquellos oficiales sin gran peculio. Durante su tiempo allí, Kipling también conoció a Florencia Garrard, de la cual se enamoró; se inspiró en ella para el personaje de Maisie en su primera novela, La luz que se apaga (1891).

Hacia el final de su estancia en la escuela, como su familia no contaba con los recursos para financiar sus estudios, su padre, que era el director de la Colección Nacional de Arte de Lahore y guardia del Museo de la misma ciudad; le consiguió un empleo en esa localidad de Pakistán donde fue asistente del editor de un pequeño periódico local, La Gaceta Civil y Militar; por lo que se dirigió hacia India el 2 de septiembre de 1882.

Para Kipling, este periódico fue Mi primer amante y el amor más verdadero, aparecía seis días por semana durante todo el año y trabajaba mucho y muy duro para el redactor, Stephen Wheeler. En 1886, publicó su primera colección de versos, Cantinelas departamentales. Ese año asumió el cargo de redactor Kay Robinson, quién le permitió una mayor libertad creativa y además solicitó a Kipling que redactara pequeños cuentos, que serían incluidos en el periódico.

Kipling publicó treinta y nueve historias que aparecieron en la Gaceta entre noviembre de 1886 y el junio de 1887. Una parte importante de esas historias fueron incluidas en Cuentos de las colinas, la primera colección de prosa de Kipling, que fue publicada en Calcuta en enero de 1888, un mes después de que cumpliera veintidós años. En noviembre de 1887, fue transferido a un periódico hermano de la Gaceta, pero más importante: El Pionero, en Pravagraj.

Durante el siguiente año publicó seis colecciones de historias cortas: Tres soldados, La historia de Gadsbys, En blanco y negro, Bajo el Deodar, El fantasma Jinrikisha y Wee Willie Winkie, con un total de 41 cuentos. Además, como corresponsal de ese diario en la región occidental de Rajputana, escribió muchos bosquejos que más tarde fueron recogidos en Letters of Marque y publicados en De un mar a otro.

Por un conflicto con el diario, renunció e inició una etapa de viajes que nunca terminaría en su vida. Así viajó por San Francisco (California), y otros estados de Estados Unidos, Canadá, Japón, Singapur, Birmania y Hong Kong. El 18 de enero de 1892, a la edad de veintiséis años, Rudyard contrajo matrimonio con Carrie Balestier (hermana de su difunto amigo Wolcott) de veintinueve años, en la ciudad de Londres. Tuvieron tres hijos, dos mujeres Josephine y Elsie y un varón John. Su primogénita Josephine fallece de pulmonía y años después John es alistado para la primera guerra mundial en la que muere a los 18 años en la Batalla de Loos.

En 1917 y con la muerte de su hijo todavía en la cabeza, se une a la War Graves Commission, comisión que se encargaba de tramitar la llegada de cadáveres de los combatientes, de enterrarlos con todos los honores correspondientes y de mantener las tumbas en lo sucesivo. En esta labor conoce personalmente y se hace muy amigo del rey de Gran Bretaña Jorge V. El mismo año publica Una diversidad de criaturas (A Diversity of Creatures), una colección de historias escritas antes del inicio de la guerra y dos historias del año 1915; una de ellas, Mary Postgate, es considerada también como uno de sus mejores cuentos.

Nunca se recuperó de la muerte de sus hijos; sin embargo en su peor época trabó amistad con Cecil Rhodes -quien hoy sería catalogado como un genocida por los crímenes que cometió en África, donde fundó como un megalómano un país al que llamó Rhodesia-. Por lo que el grupo de multimillonarios sin escrúpulos que administraban la Compañía de las Indias Orientales lo consideraba como El poeta del imperio”, calificativo del que nunca renegó. Más allá de su talento e imaginación innegables, puede apreciarse que su prosa no disimula la cosmovisión racista del imperio británico que no escatima recursos -ni siquiera la tortura-, para conseguir sus objetivos; haciendo del desprecio por las culturas exóticas y una presunta superioridad moral, el manual de conducta de los invasores del extremo oriente. El cuento que hoy compartimos ejemplifica esta descripción. Como consecuencia de una hemorragia interna, Joseph Rudyard Kipling muere, el 18 de enero de 1936, dejando un legado de cinco novelas, más de 250 historias cortas y 800 páginas de versos. Fue enterrado en el Rincón reservado a los Poetas de la Abadía de Westminster”.

 

 

 

 

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