Comentario del Libro de Marcelo Gullo
"La Insubordinación Fundante"
por Silvio Marcelo Dall'Ara
La batalla de la Vuelta de Obligado (Manuel Larravide - 1871-1910)
[Comentado por Silvio Marcelo Dall’Ara] ¿Podríamos afirmar que algunas disciplinas muy importantes no tienen categoría de ciencia? Sin dudas sería una aseveración temeraria, y sobre todo revulsiva si nos referimos de esta forma a la economía, a la “ciencia” política o al derecho. Sin embargo, este interrogante no está formulado con una intención peyorativa. Sólo pretende enfatizar que, el conocimiento que proporcionan algunos de sus cultores en determinadas circunstancias o contextos, suele tener un sesgo que se explica por los intereses concretos de quienes financian los centros de estudios en los que se desarrollan las más difundidas investigaciones económicas, políticas y jurídicas en la actualidad. Esta afirmación debiera cobrar especial relevancia para el lector acostumbrado a la bibliografía corriente utilizada en estas disciplinas en la mayoría de las universidades argentinas.
A partir de la lectura del texto del Dr. Marcelo Gullo y más allá de los innumerables, esclarecedores y precisos datos históricos que aporta; el autor expone y desarrolla su hipótesis de trabajo, con la que se propone demostrar que los estados que alcanzaron el progreso y dejaron de ser naciones subordinadas, lo hicieron mediante un inteligente impulso estatal dirigido a desarrollar su industria, su mercado interno, su tecnología y a preservar y proteger su tradición cultural. Pero también sostiene que aquellos países que consiguieron lo que denomina como “umbral de poder”, intentan exportar a las demás naciones, teorías y prácticas orientadas a mantenerlas en una situación de capitulación política y militar, subordinación cultural y subdesarrollo económico; ocultando lo que hicieron para alcanzar su propio desarrollo y encubriendo bajo las vestiduras de la ciencia lo que constituye una mera propaganda que tiende a preservar sus propios intereses a costa de los intereses de la nación dominada. En definitiva el viejo proverbio que reza “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”, se ha convertido en una regla de aplicación que utilizan las naciones desarrolladas y otros centros de poder en la geopolítica del mundo.
Surge de la lectura del libro, la idea de periferia y centro y la descripción del espacio desventajoso que hoy ocupa nuestra Argentina en la periferia. Se aborda esta cuestión mediante el estudio comparativo de naciones que antes estuvieron en situación de subordinación y hoy son desarrolladas y subordinantes de otras naciones. En este contexto, analiza el autor los casos de la Inglaterra isabelina, de Estados Unidos desde su independencia hasta la guerra de secesión, de la Alemania de Bismarck, del Japón de la dinastía Meiji y de la China actual que comenzó su proceso de insubordinación con Mao Zedong, luego continuado por Deng Xiaoping; encontrando en estos ejemplos exitosos un común denominador: todos mostraron un intenso patriotismo y una inteligente rebeldía cultural para resistir la penetración de la propaganda tanto visible como encubierta, con la que los estados subordinantes intentaron imponerles sus intereses.
No trata de buscar una justificación a la decadencia sino una explicación racional basada en la lógica geopolítica del antagonismo, la que se entiende únicamente en circunstancias críticas que obligan a las naciones y a sus dirigentes a identificar a sus antagonistas y en su caso a neutralizarlos. En el tablero político mundial no existen actores buenos o malos sino una despiadada lucha por la supervivencia y el predominio. |
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Ya lo entendieron los romanos cuando el estratega Flavio Vegencio Renato (Siglo IV) escribió en su tratado Epitoma rei militaris (Libro III-prefacio) la máxima igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum, que se traduce: “Así, quien desee la paz que se prepare para la guerra…”. Algunos atribuyen a Julio César, haber dicho “si bis pacem para bellum” que puede traducirse como: “Si quieres paz prepárate para la guerra”. El mérito de la obra de Marcelo Gullo, está en demostrar que la guerra por el predominio en la actualidad, se libra en diferentes campos de batalla y tal vez el más importante es el cultural (englobando en este concepto no sólo la producción académica científica, literaria, tecnológica o artística sino también la lengua, las tradiciones y las creencias fundantes en las que se basa una Nación).
Desarrollando esta idea, Robert Greene en su libro “Las 33 estrategias de la guerra”, en el cual recopila la experiencia de hombres como Sun Tzu, Maquiavelo o Napoleón; explica la “estrategia de comunicación” cuyo objetivo es conquistar la mente del enemigo e infiltrar ideas funcionales a sus propios intereses; induciendo a la población del país que se desea derrotar, al caos, a la división y a olvidar todo aquello que refuerce su moral, su orgullo, su tradición y su dignidad; confundir lo que es bueno con lo malo; para finalmente instalar como útil o necesario aquello que provoca la derrota moral y psicológica de una Nación como preludio de su desaparición. De esta forma, cuenta el mismo autor, si se controla cómo los demás perciben la realidad, serán fácilmente controlados. |
A diferencia de Greene y de otros excelentes autores que analizan el arte de la estrategia desde una perspectiva metropolitana, Marcelo Gullo, lo explica desde el corazón de la periferia y desde una perspectiva que no puede resultar indiferente al estudioso argentino; al evidenciar que nuestro país ha sido y sigue siendo objeto de las prácticas estratégicas subordinantes por parte de estados históricamente antagonistas. En este contexto se entiende, por ejemplo; que nuestros militares después del golpe militar de 1955 fueran enviados a estudiar en West Point y en la Escuela de las Américas de Panamá; que nuestros economistas fueran colonizados ideológicamente por la Escuela de Chicago y que nuestros abogados reciban una creciente influencia ideológica de Yale y Oxford, por nombrar algunos pocos centros de infiltración “ideológica” que encubren bajo el manto de la ciencia, manipulaciones y sobornos intelectuales a nuestras clases dirigentes, que terminan beneficiando a intereses foráneos de manera asimétrica, desproporcional y perjudicial a los intereses nacionales.
Fueron consecuencias de esta cruda derrota cultural en nuestro país: los crímenes aberrantes y desapariciones de personas ocurridos durante las sucesivas dictaduras militares y en especial durante última entre 1976 y 1983; el endeudamiento exponencial y el consecuente desmantelamiento del aparato productivo a causa de la especulación financiera y el libre comercio impuesto por la misma dictadura bajo el influjo de sus economistas liberales, quienes siguieron ocupando el Ministerio de Economía aún con el advenimiento de la democracia y hasta el presente, sin importar que partido gobierne; la imposición de políticas internas (por ejemplo orientadas al control de la natalidad) como condición de préstamos de organismos financieros internacionales; el otorgamiento de créditos impagables que sólo se utilizan para pagar los intereses de una deuda infinita y por último, la cesión de jurisdicción económica a favor de Tribunales Internacionales con la consecuente pérdida de juicios multimillonarios en dólares que afianzaron el endeudamiento y la subordinación jurídica de Argentina.
En las clases de argumentación suele enseñarse que toda discusión reposa sobre un acuerdo previo, tácito e implícito; por sobre el cual dos personas pueden expresar o tener matices y perspectivas diferentes de una misma cuestión. Sus argumentos tienen sentido y el debate es posible por la existencia del acuerdo previo. Análogamente, una comunidad nacional reposa sobre un acuerdo previo de base cultural (legua, tradición, religión, etc.) que amalgama la convivencia y sobre el cual, la comunidad organizada, administra los diferentes matices e intereses de sus integrantes. Cuando ese acuerdo previo es eficiente por representar y defender de manera idónea los intereses de sus miembros, la Nación se desarrolla de manera armónica y pacífica.
Para subordinar una Nación Soberana (ya lo sabían Sun Tzú y Maquiavelo) basta introducir en ese acuerdo previo mediante una inteligente estratagema psicológica, elementos que sean: disruptivos en lo político, diluyentes en la sociedad y enervantes de su capacidad económica. La idea es destruir el tejido social en nombre de un supuesto progreso. Enviciar el acuerdo previo de una sociedad sana y transformarla en decadente, con ciudadanos que se odien entre sí, que destruyen su propia familia, indiferentes al destino y a la vida de sus hijos y víctimas de una moral relativizada. Celebro que la obra de Marcelo Gullo empiece a romper en Argentina el acuerdo previo que los intereses foráneos viciaron desde hace décadas en nuestro país, a veces de manera violenta y a veces de manera subrepticia. Celebro que la obra de Marcelo Gullo aporte a la cultura política nacional una visión independiente, soberana y esperanzadora.
[Silvio Marcelo Dall’Ara] |
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